Sunday, May 27, 2012

Jesús habla de la pureza interior.

 Marcos Capítulo 7: 1-23 (Mt. 15.1-20)

(Lo que contamina al hombre)
Los líderes religiosos enviaron investigadores desde su sede en Jerusalén para que observaran a Jesús. No les gustó lo que encontraron, porque Jesús los increpó por guardar la Ley para parecer santos y no para honrar a Dios. El profeta Isaías acusó de lo mismo a los líderes religiosos de sus días (Isaías 29.13). Jesús uso las palabras de Isaías para acusar a esos hombres.

Marcos explicó estos rituales porque escribía a personas que no eran judías. Antes de cada comida, los judíos devotos llevaban a cabo una breve ceremonia, lavándose manos y brazos de cierta manera. Para ellos era un símbolo de que estaban limpios de cualquier contacto que pudieran haber tenido con alguna cosa considerada impura. Jesús dijo que los fariseos estaban equivocados al pensar que serían aceptos a Dios solo porque se lavaban por fuera.

Hipocresía es pretender ser algo que no se es, sin tener intención de serlo. Jesús llamó a los fariseos hipócritas porque adoraban a Dios no porque lo amaran, sino porque les beneficiaba, los hacía parecer santos y fortalecía su posición social en la comunidad. Somos hipócritas si: (1) damos más importancia a la reputación que al carácter, (2) cumplimos con rigor ciertas prácticas religiosas, pero dejamos que nuestros corazones se mantengan lejos de Dios, y (3) destacamos nuestras virtudes y los pecados de los demás.

Los fariseos agregaron cientos de sus reglas y regulaciones insignificantes a las santas leyes de Dios, y trataban de forzar a la gente a que las obedecieran. Decían que conocían la voluntad de Dios para cada detalle de la vida. Los líderes religiosos de hoy en día también tratan de agregar reglas y reglamentos a la Palabra de Dios, con lo que provocan no poca confusión entre los creyentes. Es idolatría pretender que nuestra interpretación de la Palabra de Dios es tan importante como la Palabra de Dios misma. Es sobre todo peligroso fijar parámetros no bíblicos para que otros los cumplan. En lugar de eso busquemos en Cristo la dirección para nuestra conducta y dejemos que Él guíe a los demás en los detalles de sus vidas.

Los fariseos usaban a Dios como excusa para no ayudar a sus familiares, sobre todo a sus padres. Creían que era más importante dar dinero al templo que ayudar a los padres necesitados, no obstante que la Ley de Dios dice específicamente que debemos honrar a padre y madre (Éxodo 20.12) y cuidarlos en sus necesidades (Levítico 25.35–43). (Para una explicación de Corbán, véase la nota a Mateo 15.5–6.) Debemos dar dinero y tiempo a Dios, pero nunca debemos usar a Dios como excusa para dejar de cumplir nuestros deberes. Ayudar a quienes lo necesitan es una de las formas más importantes para honrar a Dios.

¿Nos preocupa más la dieta que el alma? Según interpretaban las leyes sobre la comida (Levítico 11), los judíos creían que podían ser puros delante de Dios por lo que dejaban de comer. Pero Jesús dijo que el pecado comienza en las actitudes y en las intenciones de la persona. No abrogó la ley, sino que pavimentó el camino para el cambio aclarado en Hechos 10.9–29 cuando Dios quitó las restricciones culturales respecto a la comida. Los hechos externos no nos purifican, sino que llegamos a ser puros en lo interior cuando Cristo renueva nuestras mentes y nos conforma a su imagen.

Biblia del Diario Vivir.

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