Mateo 15: 1-20 (Marcos 7: 1-23)
Los fariseos y los líderes judíos fueron de Jerusalén, el centro de la autoridad judía, a examinar las actividades de Jesús. Por siglos, desde el retorno de la cautividad de Babilonia, habían agregado cientos de tradiciones religiosas a las leyes de Dios. Los fariseos y los maestros de la ley las consideraban todas de igual importancia. Muchas tradiciones no son malas en sí. Ciertas tradiciones religiosas pueden agregar riqueza y significado a la vida, pero no debemos caer en la trampa de dar por sentado que por el hecho de que nuestras tradiciones hayan sido practicadas por años deben ser promovidas al nivel de sagradas. La ley de Dios nunca cambia y no requiere adiciones. Las tradiciones debieran ayudarnos a comprender mejor las leyes de Dios y no constituirse en leyes en sí mismas.
Esta práctica era conocida como Corbán (literalmente «ofrenda»; véase Marcos 7.11). Cualquier persona que hacía el voto de Corbán entregaba el dinero destinado a mantener a los padres para una causa valiosa, usualmente al templo. Se convirtió en una forma religiosa de marginar a los padres, desviando la responsabilidad de los hijos hacia ellos. En lo exterior sus acciones parecían superiores (daban más dinero para Dios), pero descuidaban el mandato de Dios que requería cuidar de las necesidades de los padres. Estos líderes religiosos pasaban por alto el claro mandato de Dios de honrar a los padres.
El profeta Isaías también criticó a los hipócritas en su tiempo (Isaías 29.13). Jesús aplicó sus palabras a estos líderes religiosos. Cuando aseguramos honrar a Dios mientras nuestros corazones están lejos de Él, nuestra adoración no tiene significado. No es suficiente actuar como religiosos. Nuestras acciones y actitudes deben ser sinceras. Si no lo son, las palabras de Isaías también nos describen.
Los fariseos sabían mucho acerca de Dios pero no conocían a Dios. No es suficiente estudiar acerca de la religión ni tampoco estudiar la Biblia. Hay que responderle a Dios.
Jesús se refería a las regulaciones judías concernientes a la comida y bebida. Estos versículos se podrían parafrasear así: «Uno no se contamina por comer una comida que no ha sido bien inspeccionada o que no haya tenido los requisitos establecidos, sino por lo que uno dice y piensa». Esta declaración ofendió a los fariseos que estaban muy pendientes de lo que el pueblo comía o bebía.
Jesús dijo que debían ignorar a los fariseos porque estaban ciegos a la verdad de Dios. Cualquiera que escuchara sus enseñanzas corría el riesgo de adquirir ceguera espiritual también. No todos los líderes religiosos son buenos líderes cristianos. Asegúrese de que aquellos a quienes escucha y de los cuales aprende sean personas con una buena visión espiritual. Deben enseñar y vivir los principios de la Biblia.
Más tarde, Pedro enfrentaría el asunto de los alimentos prohibidos (véase las notas en 15.11 y Hechos 10.9–15). Luego aprendería también que nada debe ser barrera para proclamar el evangelio a los gentiles (no judíos).
Hacemos todo lo que podemos para mantener nuestra apariencia exterior atractiva, pero lo que está en nuestro corazón es mucho más importante. Lo que seamos por dentro (lo que otros no pueden ver) importa más a Dios. ¿Cómo es usted por dentro? Cuando las personas se convierten a Dios cambian y en su interior son diferentes. Él continuará ayudándoles a que cambien si se lo piden. Dios quiere que procuremos pensamientos y motivaciones sanas, no sólo buena alimentación y ejercicios.
Biblia del Diario Vivir.
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